Últimamente se habla mucho de la inteligencia artificial, pero poco de lo que hace con nuestras emociones.
Hace unos días leí algo que me removió: hay personas (algunas muy jóvenes) que usan la IA para crear escenas de violencia sexual o abuso. No lo traigo para escandalizar, sino para mirar qué está pasando por dentro.
Porque lo digital no es solo un juego. Lo que vemos, imaginamos o practicamos (aunque sea virtual) también entrena a nuestro cerebro. Y si lo que se entrena es la mezcla de deseo y violencia, algo se adormece por dentro: la empatía.
Nuestro cerebro no distingue tanto entre lo real y lo virtual
Cuando vemos algo, sentimos. Cuando lo repetimos, el cerebro aprende. Y con el tiempo, lo que antes nos impresionaba deja de hacerlo: necesitamos más impacto para sentir lo mismo.
La ciencia lo llama desensibilización. Nos desconectamos un poco del otro… y también de nosotros mismos.
Por eso, más allá de la tecnología, esto va de humanidad: de cómo queremos vivir, sentir y vincularnos.
No se trata de renunciar a la IA
La tecnología no es el enemigo. El problema aparece cuando se convierte en un lugar para anestesiar lo que sentimos o escapar de lo que nos cuesta.
Podemos usar la IA de otra manera: para crear, imaginar, aprender, comprendernos mejor, dar forma a lo que llevamos dentro. Cuando la tecnología se pone al servicio de la vida, despierta nuestra parte más creativa y empática.
Para pensar…
¿Qué te enseña lo que consumes o creas con la tecnología sobre tu manera de sentir y relacionarte?
¿Qué estás entrenando sin darte cuenta: la conexión o la desconexión?
¿Qué lugar quieres dar a tu sensibilidad en el mundo que viene?
Cuidar lo humano también es una forma de rebeldía
En una época que nos empuja a ir más rápido y a pensar menos, elegir sentir, conectar, cuidar y crear es la forma más valiente de no perderte. Vivir con conciencia, sin miedo y con empatía, es una forma de bienestar y libertad.
La IA puede ser una herramienta increíble, si la usamos con criterio.
Porque lo humano sigue siendo el mejor algoritmo.